EUROPA
PRESS
8 noviembre
2020
¿Por
qué como si no tengo hambre? Aprende a diferenciar hambre de apetito y
satisfacción de saciedad
Comer es necesario para vivir, y por
ello muchas veces nuestro organismo nos avisa de que debemos comer. Pero no
siempre que comemos estamos hambrientos y sentimos hambre. Al igual que no
siempre que tenemos hambre nos apetece comer.
En 'Por qué como si no tengo hambre' (Oberon),
la psicóloga general sanitaria especializada en Alimentación Marian del Álamo
cuenta que comemos sin hambre muchas veces por varios aspectos, que no siempre
son patológicos, pero que sí deben trabajarse aquellos que lo son. Por ejemplo,
en una entrevista con Infosalus, apunta que muchas
veces comemos sin hambre por el mero placer que nos proporciona el comer, el
disfrutar de la comida, y todo lo que conlleva.
La directora del Centro Marian del Álamo señala también que
muchas veces comemos sin hambre como un acto de gestión emocional, donde se
emplea la comida como vía para gestionar esas emociones, "un enfoque
erróneo que debe abordarse porque la comida no es la herramienta para
hacerlo", según defiende.
"Si tengo un problema con el trabajo, y me genera mucha
ansiedad y me doy atracón, esto me generará una sensación de satisfacción al
poco de comer, efímera, que pasará pronto, y al poco surgirá un sentimiento de
culpa, donde llegarán emociones negativas que potenciarán mi malestar en esa
situación", agrega.
Así con todo, apunta que estas dos situaciones en las que
fundamentalmente comemos sin tener hambre se relacionan con el concepto de
'hambre emocional', en el que comemos por gula, por disfrute pero sin hambre, y
por mera gestión emocional.
Para saber si nuestro caso responde al 'hambre emocional',
Del Álamo subraya que sobre todo hay que hacer hincapié en cómo nos sentimos
cuando comemos, y el por qué estamos comiendo. "Debemos preguntarnos si
comemos por comer, si siento necesidad de comer sin realmente sentir ese
hambre, o bien porque tengo hambre", remarca la psicóloga.
Con ello, resalta que es importante diferenciar los
conceptos de 'hambre', de 'apetito', de 'satisfacción' y de 'saciedad':
"La sensación de hambre es al fin y al cabo una sensación de nuestro
cuerpo que nos dice que necesita comer por supervivencia y llevar a cabo las
actividades del día a día. Cuando tenemos hambre tenemos esa necesidad de
ingerir alimentos, normalmente para sobrevivir".
Luego está el 'apetito', esa parte del deseo, la parte
hedónica, el placer. "Está muy relacionado con nuestros sentidos, con el
acariciar o oler cosas ricas, algo que nutre nuestros sentidos. El apetito hace
referencia a las ganas de comer mediante la parte sensorial, es decir, el
querer comer como parte de nuestro contexto también sobreaprendido.
Es decir, yo no tengo hambre ahora mismo pero me invita mi familia a tomarme un
vermú y lo hago porque el contexto acompaña", señala.
Mientras, dice que la 'saciedad' hace referencia a ese freno
que ponemos cuando comemos, al aviso de que ya estamos satisfechos y no
necesitamos comer más, de que estamos saciados, y tenemos plenitud a la hora de
comer. "Pero la satisfacción se alcanza con esa plenitud después de comer.
Es cómo nos sentimos después de comer. Si tengo ganas de comerme un donut igual
no estoy saciada pero sí satisfecha porque he hecho caso a lo que me apetecía y
me he quedado satisfecha. Estoy bien", aclara la psicóloga general
sanitaria especializada en alimentación.
Pautas para lograr
una mejor relación con la comida
Con todo ello, Marian del Álamo aporta una serie de pautas
para mejorar nuestra relación con la comida en el día a día:
1.
Vivimos en una sociedad en la que hay muy mala relación con
la comida en todos los sentidos, primero por la parte social, porque vivimos en
la sociedad de las dietas, de la "gordofobia",
no creamos un buen ambiente para tener una buena relación con la comida.
Vivimos en el ambiente de la prohibición. La primera clave, por tanto, es
conocer el ambiente en el que nos movemos y la educación social que recibimos
en este aspecto.
2.
También después es muy importante escucharnos y tomar
conciencia de cuál es nuestra relación con la comida. No nos conocemos, ni
escuchamos cómo comemos. Debemos pararnos a pensar sobre cómo actuamos con la
comida, cómo comemos, debemos tomar conciencia de ello.
3.
A su juicio también es muy importante la autocompasión con
uno mismo, ya que sostiene que somos muy críticos con nosotros mismos y sobre
todo con la comida, y esto no ayuda. "Si me siento mal por algo y no soy
compasivo conmigo todo se potencia más", advierte Del Álamo.
4.
También ve muy necesaria la educación emocional, ya que las
emociones median en todo y desde pequeños no se ha hecho caso a este aspecto.
"El niño que se cae y se hace daño en el parque y se pone a llorar y la
madre le dice que no llore que no es nada. Al llorar el niño expresa sus
emociones y a lo mejor no es que se haga daño, sino que le da vergüenza el
haberse caído y por eso llora. El negarle el llanto es negarle sus emociones.
Debemos validar las emociones de los niños y no decirles que se callen. No
tenemos conocimiento de nuestras emociones, ni muchas veces de la gestión de
las mismas, pero deberíamos trabajarlo para no comer en exceso y sentir ese
pequeño placer", agrega.
Sobre todo, la psicóloga general sanitaria destaca la
necesidad de la autocompasión y de la empatía, de identificar nuestras
emociones y aprender a gestionarlas. "Si siento ansiedad, gestionarla,
pero también si tengo felicidad porque con ella también muchas veces se
producen atracones. Por supuesto cada caso es individual y para esto en muchos
casos puede ser muy relevante el soporte de un equipo de psiconutrición
(psicólogo y dietista-nutricionista)", sentencia.